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8 de octubre de 2007

APUNTES PARA COMPRENDER LA EDUCACIÓN SUPERIOR HACIA LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y EL CONOCIMIENTO. PARTE I.

1. LA DECLARACIÓN MUNDIAL SOBRE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL SIGLO XXI: VISIÓN Y ACCIÓN.
La Declaración Mundial de la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción[1], Aprobada por la Conferencia Mundial Sobre la Educación Superior Celebrada por la UNESCO el 9 de octubre de 1998, en París, presenta en su Preámbulo expresiones que denotan y connotan el reconocimiento del cambio y la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos, tales como:
“En los albores del nuevo siglo, se observan una demanda de educación superior sin precedentes, acompañada de una gran diversificación de la misma, y una mayor toma de conciencia de la importancia fundamental que este tipo de educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico y para la construcción del futuro, de cara al cual las nuevas generaciones deberán estar preparadas con nuevas competencias y nuevos conocimientos e ideales.”
“La educación superior se enfrenta en todas partes a desafíos y dificultades relativos a la financiación, la igualdad de condiciones de acceso a los estudios y en el transcurso de los mismos, una mejor capacitación del personal, la formación basada en las competencias, la mejora y conservación de la calidad de la enseñanza, la investigación y los servicios, la pertinencia de los planes de estudios, las posibilidades de empleo de los diplomados, el establecimiento de acuerdos de cooperación eficaces y la igualdad de acceso a los beneficios que reporta la cooperación internacional.”
“La educación superior debe hacer frente a la vez a los retos que suponen las nuevas oportunidades que abren las tecnologías, que mejoran la manera de producir, organizar, difundir y controlar el saber y de acceder al mismo. Deberá garantizarse un acceso equitativo a estas tecnologías en todos los niveles de los sistemas de enseñanza.”
“Si carece de instituciones de educación superior e investigación adecuadas que formen a una masa crítica de personas cualificadas y cultas, ningún país podrá garantizar un auténtico desarrollo endógeno y sostenible; los países en desarrollo y los países pobres, en particular, no podrán acortar la distancia que los separa de los países desarrollados industrializados. El intercambio de conocimientos, la cooperación internacional y las nuevas tecnologías pueden brindar nuevas oportunidades de reducir esta disparidad.”
“...dado que tiene que hacer frente a imponentes desafíos, la propia educación superior ha de emprender la transformación y la renovación más radicales que jamás haya tenido por delante, de forma que la sociedad contemporánea, que en la actualidad vive una profunda crisis de valores, pueda trascender las consideraciones meramente económicas y asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas.”
Para lo cual en la Parte de “Forjar Una Nueva Visión De La Educación Superior”, el Artículo 7:“Reforzar la cooperación con el mundo del trabajo y el análisis y la previsión de las necesidades de la sociedad”. Inciso d), recomienda:
“Aprender a emprender y fomentar el espíritu de iniciativa deben convertirse en importantes preocupaciones de la educación superior, a fin de facilitar las posibilidades de empleo de los diplomados, que cada vez estarán más llamados a crear puestos de trabajo y no a limitarse a buscarlos. Las instituciones de educación superior deberían brindar a los estudiantes la posibilidad de desarrollar plenamente sus propias capacidades con sentido de la responsabilidad social, educándolos para que tengan una participación activa en la sociedad democrática y promuevan los cambios que propiciarán la igualdad y la justicia”.
Cuestión que evidentemente sería imposible, de persistir en la educación la vigencia de paradigmas tradicionales identificados por Bordenave y Kaplún en el “Modelo que pone énfasis en los contenidos” y en el “Modelo que pone énfasis en los efectos”, y por Gimeno Sacristán y Pérez Gómez en el marco de las “Teorías Asociacionistas”.[2]
Es así que la Declaración Mundial de la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción, en el Artículo 9. sobre “Métodos educativos innovadores: pensamiento crítico y creatividad”, advierte que:
a) En un mundo en rápido cambio, se percibe la necesidad de una nueva visión y un nuevo modelo de enseñanza superior, que debería estar centrado en el estudiante, lo cual exige, en la mayor parte de los países, reformas en profundidad y una política de ampliación del acceso, para acoger a categorías de personas cada vez más diversas, así como una renovación de los contenidos, métodos, prácticas y medios de transmisión del saber, que han de basarse en nuevos tipos de vínculos y de colaboración con la comunidad y con los más amplios sectores de la sociedad.
b) Las instituciones de educación superior deben formar a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos bien informados y profundamente motivados, provistos de un sentido crítico y capaces de analizar los problemas de la sociedad, buscar soluciones para los que se planteen en la sociedad, aplicar éstas y asumir responsabilidades sociales.
c) Para alcanzar estos objetivos, puede ser necesario reformular los planes de estudio y utilizar métodos nuevos y adecuados que permitan superar el mero dominio cognitivo de las disciplinas; se debería facilitar el acceso a nuevos planteamientos pedagógicos y didácticos y fomentarlos para propiciar la adquisición de conocimientos prácticos, competencias y aptitudes para la comunicación, el análisis creativo y crítico, la reflexión independiente y el trabajo en equipo en contextos multiculturales, en los que la creatividad exige combinar el saber teórico y práctico tradicional o local con la ciencia y la tecnología de vanguardia. Esta reestructuración de los planes de estudio debería tomar en consideración las cuestiones relacionadas con las diferencias entre hombres y mujeres, así como el contexto cultural, histórico y económico, propio de cada país. La enseñanza de las normas relativas a los derechos humanos y la educación sobre las necesidades de las comunidades del mundo entero deberían quedar reflejadas en los planes de estudio de todas las disciplinas, especialmente las que preparan para las actividades empresariales. El personal académico debería desempeñar una función decisiva en la definición de los planes de estudio.
d) Los nuevos métodos pedagógicos también supondrán nuevos materiales didácticos. Estos deberán estar asociados a nuevos métodos de examen, que pongan a prueba no sólo la memoria sino también las facultades de comprensión, la aptitud para las labores prácticas y la creatividad.
En tanto que en su Artículo 10, sobre “El personal y los estudiantes, principales protagonistas de la educación superior”, inciso a), expresa:
“Un elemento esencial para las instituciones de enseñanza superior es una enérgica política de formación del personal. Se deberían establecer directrices claras sobre los docentes de la educación superior, que deberían ocuparse sobre todo, hoy en día, de enseñar a sus alumnos a aprender y a tomar iniciativas, y no a ser, únicamente, pozos de ciencia. Deberían tomarse medidas adecuadas en materia de investigación, así como de actualización y mejora de sus competencias pedagógicas mediante programas adecuados de formación del personal, que estimulen la innovación permanente en los planes de estudio y los métodos de enseñanza y aprendizaje, y que aseguren condiciones profesionales y financieras apropiadas a los docentes a fin de garantizar la excelencia de la investigación y la enseñanza, y en las que queden reflejadas las disposiciones de la Recomendación relativa a la condición del personal docente de la enseñanza superior aprobada por la Conferencia General de la UNESCO en noviembre de 1997.”
Y el Artículo 12. específicamente sobre “El potencial y los desafíos de la tecnología”, declara que:
“Los rápidos progresos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación seguirán modificando la forma de elaboración, adquisición y transmisión de los conocimientos. También es importante señalar que las nuevas tecnologías brindan posibilidades de renovar el contenido de los cursos y los métodos pedagógicos, y de ampliar el acceso a la educación superior. No hay que olvidar, sin embargo, que la nueva tecnología de la información no hace que los docentes dejen de ser indispensables, sino que modifica su papel en relación con el proceso de aprendizaje, y que el diálogo permanente que transforma la información en conocimiento y comprensión pasa a ser fundamental. Los establecimientos de educación superior han de dar el ejemplo en materia de aprovechamiento de las ventajas y el potencial de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, velando por la calidad y manteniendo niveles elevados en las prácticas y los resultados de la educación, con un espíritu de apertura, equidad y cooperación internacional, por los siguientes medios”. Así sus incisos expresan:
a) constituir redes, realizar transferencias tecnológicas, formar recursos humanos, elaborar material didáctico e intercambiar las experiencias de aplicación de estas tecnologías a la enseñanza, la formación y la investigación, permitiendo así a todos el acceso al saber;
b) crear nuevos entornos pedagógicos, que van desde los servicios de educación a distancia hasta los establecimientos y sistemas "virtuales" de enseñanza superior, capaces de salvar las distancias y establecer sistemas de educación de alta calidad, favoreciendo así el progreso social y económico y la democratización así como otras prioridades sociales importantes; empero, han de asegurarse de que el funcionamiento de estos complejos educativos virtuales, creados a partir de redes regionales continentales o globales, tenga lugar en un contexto respetuoso de las identidades culturales y sociales;
c) aprovechar plenamente las tecnologías de la información y la comunicación con fines educativos, esforzándose al mismo tiempo por corregir las graves desigualdades existentes entre los países, así como en el interior de éstos en lo que respecta al acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y a la producción de los correspondientes recursos;
d) adaptar estas nuevas tecnologías a las necesidades nacionales y locales, velando por que los sistemas técnicos, educativos, institucionales y de gestión las apoyen;
e) facilitar, gracias a la cooperación internacional, la determinación de los objetivos e intereses de todos los países, especialmente de los países en desarrollo, el acceso equitativo a las infraestructuras en este campo y su fortalecimiento y la difusión de estas tecnologías en toda la sociedad;
f) seguir de cerca la evolución de la sociedad del conocimiento a fin de garantizar el mantenimiento de un nivel alto de calidad y de reglas de acceso equitativas;
g) teniendo en cuentas las nuevas posibilidades abiertas por el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, es importante observar que ante todo son los establecimientos de educación superior los que utilizan esas tecnologías para modernizar su trabajo en lugar de que éstas transformen a establecimientos reales en entidades virtuales.”

2. EL CONTEXTO ACTUAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR.
Joaquín Gairín en su trabajo “El profesor universitario en el siglo XXI”, dice que el contexto actual de la educación superior y de la profesión docente se caracteriza por:
· Un incremento acelerado y un cambio vertiginoso en las formas que adopta la comunidad social, en el conocimiento científico y en los productos del pensamiento, la cultura y el arte.
· Una evolución acelerada de la sociedad en sus estructuras materiales, institucionales y formas de organización de la convivencia, modelos de familia, de producción y de distribución, que se reflejan en el cambio inevitable de las actuales formas de pensar, sentir y actuar de las nuevas generaciones.
· Unos contextos sociales que condicionarán la educación y reflejarán una serie de fuerza en conflicto. Los vertiginosos cambios de los medios de comunicación y tecnológicos han ido acompañados por profundas transformaciones en la vida institucional de muchas organizaciones y han puesto en crisis la transmisión del conocimiento y, por tanto, también a sus instituciones.
· Un análisis de la educación que ya no se considera patrimonio exclusivo de los docentes, sino de toda la comunidad y de los medios de que ésta dispone, estableciendo nuevos modelos relacionales y participativos en la práctica de la educación. [3]
En todo caso Gairín refleja un contexto actual de la educación superior convulsionado por los cambios producidos en el avance de la Sociedad de la Información, impactado por nuevas exigencias para responder a la crisis / oportunidad que involucra un cambio de paradigma.

3. CAMBIOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR PARA EL SIGLO XXI.
Joaquín Gairín expresa que la nueva situación exige una revisión de las funciones asignadas a la universidad, que tenga en cuenta las problemáticas y dilemas que actualmente se plantean, de cara a su reconstrucción como organización e institución social.
José Ginés Mora, Director del Centro de Estudios en Gestión de la Educación Superior de la Universidad Politécnica de Valencia, España, en su artículo “La necesidad del cambio educativo para la sociedad del conocimiento” [4], sostiene que el modelo de formación universitaria vigente en su país, que tiene mucho en común con el actual de buena parte de Europa y de Latinoamérica, responde a las necesidades de una sociedad y de un mercado laboral que están desapareciendo.
Frente a esta circunstancia, José Ginés Mora propone un nuevo modelo de Universidad caracterizada por:
Un cambio del modelo educativo: de la enseñanza al aprendizaje.
El autor reconoce que el mercado laboral de la sociedad del conocimiento es diferente al de la era industrial.
Advierte que los conocimientos estudiados se convierten en obsoletos en muy breve período de tiempo.
Sostiene que las profesiones ya no están tan claramente definidas y que la multidisciplinariedad se plantea como una necesidad creciente en los puestos de trabajo.
Un cambio en los objetivos: de los conocimientos a las competencias.
Ginés Mora advierte que las necesidades del nuevo contexto de la educación superior exigen, además de los conocimientos, formar a los individuos en un amplio conjunto de competencias, que incluyan por supuesto los conocimientos, pero también las actividades y las actitudes que son requeridas en el puesto de trabajo.
Sostiene que el conjunto de cualificaciones que necesita un trabajador para ocupar con solvencia un puesto laboral, es conocido hoy con la denominación de competencias.
A la vez que enseña la definición que los expertos dan a este término: “Una persona tiene competencia ocupacional si posee los conocimientos, las destrezas y las aptitudes que necesita para desenvolverse en una ocupación, si es capaz de resolver tareas independiente y flexiblemente, y si tiene la voluntad y la capacidad de desarrollar su esfera de trabajo dentro de la estructura organizativa en la que está inmerso”. [5]
Sobre la cuestión de cómo modificar los métodos de enseñanza para poder transmitir esos objetivos Ginés Mora José indica que los métodos de enseñanza pueden clasificarse en dos tipos: reactivos y proactivos.
En los primeros el profesor actúa y el alumno responde; en los segundos es el alumno el que actúa, mientras que el profesor es ante todo un guía.
Señala que los primeros (clases teóricas y prácticas, incluso laboratorios con prácticas dirigidas) permiten suministrar conocimientos e incluso destrezas, pero no competencias metodológicas, sociales o participativas.
Expresa que para formar en los segundos se necesitan mecanismos educativos distintos: seminarios, aprendizaje interactivo, técnicas de discusión y de presentaciones, técnicas de tomas de decisiones, períodos de prácticas en empresas, etc.
Cambio en los modelos organizativos.
Como productos de los cambios que se están produciendo en la Educación Superior, Ginés Mora advierte el creciente aumento de la masividad en la universidades y estima que esto exige de las mismas, nuevos modelos organizativos, bastante más flexibles y ágiles.
Señala que la universidad ha dejado de ser el lugar de formación de las elites dirigentes del Estado y de las grandes empresas. Y que ya no es un centro en donde se puede cultivar sólo la alta investigación. Sino, que cada vez más, se le exige que sea el motor de la investigación aplicada y del desarrollo tecnológico de la comunidad. Otro aspecto que requiere cambios del modelo organizativo, según el autor, es el de la temporalización del proceso de aprendizaje. Indicando que el sistema educativo superior ha estado tradicionalmente enfocado a atender a jóvenes estudiantes cuando finalizaban sus estudios secundarios y que en estos momentos, en los que la sociedad del conocimiento exige la formación continua de todos los que están inmersos en el proceso productivo, la preparación que proporcionan las universidades ya no puede estar ni exclusiva ni fundamentalmente enfocada a la formación de los jóvenes, sino a extenderla a todos aquellos que quieran aprovechar sus enseñanzas a lo largo de sus vidas.
El autor indica que llevar adelante este cambio supone modificaciones profundas del sistema organizativo, implicando vías mucho más flexibles entre los distintos estudios, entre los diferentes programas y entre la universidad y el mercado laboral.
A la vez que señala que la multidisciplinariedad y la intercomunicación de los programas educativos es una necesidad que debe plantearse dentro de los nuevos modelos organizativos de las instituciones de educación superior.
Un nuevo enfoque para los procesos de evaluación.
En este apartado el autor opina que las futuras evaluaciones y acreditaciones de los programas tienen que estar orientadas a valorar en qué medida son alcanzados los objetivos de formación en competencias.
Por su parte, Miguel A. Zabalza, con magistral contundencia, en sintonía con las teorías ya vistas, considera que “ La idea básica a este respecto es concebir a la Universidad como institución de aprendizaje frente a la idea más general de verla como institución de enseñanza. Esa ha sido la gran revolución, aún sin consolidar efectivamente (por la gran cantidad de cambios culturales, didácticos y organizativos que comporta), de transformar unas instituciones de Educación Superior concebidas como centros de enseñanza (teaching institucions) en organizaciones o comunidades de aprendizaje (learnings organizations)”[6].

4. LA AUTONOMÍA DEL APRENDIZAJE.
Un punto clave en la educación actual, identificado gracias al análisis precedente, tiene que ver con la autonomía del aprendizaje. Al respecto, Carles Monereo y Juan Ignacio Pozo consideran la autonomía del aprendizaje de los estudiantes como fin último de la enseñanza universitaria, “para promover personas cultas, probos ciudadanos, diligentes profesionales y/o sagaces investigadores” [7]. Valorando que esa autonomía en la gestión del conocimiento se logra en un grado mucho menor del deseado, creen necesario establecer qué competencias concretas deben enseñarse para promover esa autonomía.

5. COMPETENCIAS.
Las competencias consideradas por estos autores son:
1. Enseñar/ aprender a aprender a pensar: la reflexión (cognitiva y metacognitiva) debería ser el centro de las actividades de aprendizaje que se producen en el aula, dejando la transmisión de la información pura y dura en segundo plano o restringida a sistemas automatizados de búsqueda y navegación en redes telemáticas.
2. Enseñar/ aprender a cooperar: sobre esta competencia, los autores indican que la interacción entre compañeros pueda ser también una fuente de conocimientos es casi siempre inviable físicamente ya que las aulas universitarias siguen siendo, mayoritariamente, espacios físicamente diseñados para recibir conocimiento de una sola fuente o dirección: el profesor. Además señalan que este tipo de conocimiento, si se da, es considerado menor por los propios alumnos, quiénes siguen considerando que es el profesor quien transmite el verdadero saber. Esta es una cuestión que quiénes trabajamos en Educación Superior podemos confirmar plenamente. Sin embargo, los autores indican que el trabajo cooperativo puede ser una alternativa muy eficaz para enseñar a los alumnos no sólo nuevas formas de gestionar socialmente el conocimiento, sino también nuevos conocimientos.
3. Enseñar/ aprender a comunicar: Los autores sostienen que en el futuro los estudiantes deberán normalmente, explicar, argumentar lo que saben, para convencer o informar a alguien, de su criterio o decisión, deberán ser capaces de comunicarse, lo que será muy improbable si los contextos de enseñanza no favorecen situaciones de comunicación grupal.
4. Enseñar/ aprender a empatizar: Monereo y Pozo, indican que a empatizar puede y debe enseñarse a través del análisis de la lectura que realizamos de la situación emocional del otro, pero también mediante el análisis de nuestros propios estados emocionales y de su regulación. Enseñan que no siempre es la supervisión cognitiva la que controla el estado emocional propio y de los que nos rodean y que a menudo son las emociones las encargadas de regular los planes y desarrollos racionales para lograr la finalidad que se persigue. Por lo tanto, consideran que la gestión de las propias emociones y de la de los demás es una competencia de crucial importancia en el trato de los estudiantes y de los sujetos de una investigación, pero también lo es cuando se trabaja con pacientes, clientes o usuarios de un servicio.
5. Enseñar/ aprender a ser crítico: en este punto, los autores, señalan que la creciente incertidumbre en la gestión social del conocimiento obliga a todos, muy especialmente a los profesionales surgidos de la universidad, a ser capaces de construir un punto de vista propio a partir de fuentes de conocimiento cada vez más fragmentarias, inciertas y diversas. Y sostienen que a ello pueden contribuir diferentes estrategias didácticas, entre las que se incluiría el uso de la investigación como vía privilegiada para acercar a los alumnos al conocimiento científico.
6. Enseñar/ aprender a automotivarse: Monereo y Pozo sostienen que los alumnos universitarios están habituados a moverse por criterios y exigencias externas, a que su aprendizaje venga guiado por las pautas dadas por el profesor, que es quien fija las metas y los niveles de exigencia y esfuerzo. Señalan que este carácter extrínseco o heterónomo de los motivos de los alumnos para estudiar (y en su caso para aprender) es difícilmente compatible con la exigencia de autonomía o gestión intrínseca de las metas y motivos que la sociedad va a exigir a esos alumnos en su futuro ejercicio profesional. e indican que no se debe esperar de los estudiantes universitarios obediencia debida a las metas fijadas por los profesores, sino capacidad de gestionar sus propias metas, de autogestionar sus motivos.

6. EDUCAR EN UN ESCENARIO INCIERTO.
A todo esto, no se puede dejar de recurrir a Edgar Morin[8], quien destaca siete saberes necesarios para trabajar la educación dentro de un escenario incierto, de un paradigma complejo:
1- Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión.
Morín, señala como muy significativo el hecho de que la educación, que tiende a comunicar los conocimientos, permanezca ciega ante lo que es el conocimiento humano, sus disposiciones, sus imperfecciones, sus dificultades, sus tendencias tanto al error, como a la ilusión y no se preocupe en absoluto por hacer conocer lo que es conocer. Teniendo en cuenta que el conocimiento no puede considerarse como una herramienta ready made que se puede utilizar sin examinar su naturaleza, considera que el conocimiento del conocimiento debe aparecer como una necesidad primera a modo de preparación para afrontar riesgos permanentes de error y de ilusión que no cesan de parasitar la mente humana.
Sostiene que uno de los grandes retos va a tener que ver con “armar cada mente en el combate vital para la lucidez”.
Para esto, indica que será necesario introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de sus procesos y modalidades, de las disposiciones tanto psíquicas como culturales que permiten arriesgar el error o la ilusión.
2- Los principios de un conocimiento pertinente.
El autor considera que existe un problema capital, aún desconocido, cual es el de la necesidad de promover un conocimiento capaz de abordar los problemas globales y fundamentales para inscribir allí los conocimientos parciales y locales.
Señala que la supremacía de un conocimiento fragmentado según las disciplinas impide a menudo operar el vínculo entre las partes y las totalidades y debe dar paso a un modo de conocimiento capaz de aprehender los objetos en sus contextos, sus complejidades, sus conjuntos.
Indica que es necesario desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto.
Y sostiene que es necesario enseñar los métodos que permitan aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo.
3. Enseñar la condición humana.
Morín recuerda que el ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social, histórico.
Indica que es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que está completamente desintegrada en la educación, a través de las disciplinas, y se ha vuelto imposible aprender lo que significa ser humano.
Señala que hay que restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde esté, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos.
Sentencia así que la condición humana debería ser objeto esencial de cualquier educación.
4. Enseñar la identidad terrenal.
Morín declara que es pertinente enseñar la historia de la era planetaria, que comienza con la comunicación de todos los continentes en el siglo XVI, y mostrar como se volvieron ínter solidarias todas las partes del mundo, sin por ello ocultar las opresiones y dominaciones que han asolado a la humanidad y que aún no han desaparecido.
Sostiene que habrá que señalar la complejidad de la crisis planetaria que enmarca el siglo XX, mostrando que todos los humanos, confrontados desde ahora con los mismos problemas de vida y muerte, viven en una misma comunidad de destino.
5. Enfrentar las incertidumbres.
El autor considera que las ciencias nos han hecho adquirir muchas certezas, pero de la misma manera nos han revelado, en el siglo XX, innumerables campos de incertidumbre.
Indica que la educación debería comprender la enseñanza de todas las incertidumbres que han aparecido en las ciencias físicas (microfísica, termodinámica, cosmología), en las ciencias de la evolución biológica y en las ciencias históricas.
Para Morín, tendrían que enseñarse principios de estrategia que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino. Sostiene, se hace necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.
Al reflexionar sobre la fórmula del poeta griego Eurípides, que data de hace 25 siglos, considera que ahora es más actual que nunca: “lo esperado no se cumple y para lo inesperado un dios abre la puerta”. Así, advierte que, el abandono de los conceptos deterministas de la historia humana que creían poder predecir nuestro futuro, el examen de los grandes acontecimientos y accidentes de nuestro siglo que fueron todos inesperados, el carácter en adelante desconocido de la aventura humana, deben incitarnos a preparar nuestras mentes para esperar lo inesperado y poder afrontarlo.
Y recomienda a todos aquellos que tienen la carga de la educación que estén a la vanguardia con la incertidumbre de nuestros tiempos.
6. Enseñar la comprensión.
Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la comprensión en todos los niveles educativos y en todas las edades, cree que el desarrollo de la comprensión necesita una reforma de las mentalidades.
Morín señala que la comprensión es, al mismo tiempo, un medio y fin de la comunicación humana.
Que la educación para la comprensión está ausente de nuestras enseñanzas y que debe ser “la tarea para la educación del futuro”.
Indica que la comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como extraños, es en adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de incomprensión.
Marca la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus raíces, sus modalidades y sus efectos. Ya que este estudio sería tanto más importante cuanto que se centraría no sólo en los síntomas, sino en las causas de los racismos, las xenofobias y los desprecios.
Cree que esto constituiría, al mismo tiempo, una de las bases más seguras para la educación para la paz, a la cual estamos ligados por esencia y vocación.
7. La ética del género humano.
El autor considera que la educación debe conducir a una “antropoética” teniendo presente el carácter ternario de la condición humana, cual es el de ser a la vez individuo – sociedad – especie.
Indica que la ética individuo/ sociedad necesita un control mutuo de la sociedad por el individuo y del individuo por la sociedad, es decir, la democracia; la ética individuo – especie convoca a la ciudadanía terrestre en el siglo XXI.
Afirma que la ética no se podría enseñar con lecciones de moral. Que ella debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie. Puesto que llevamos en cada uno de nosotros esta triple realidad.
Así, afirma que todo desarrollo verdaderamente humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencias de pertenecer a la especie humana. Porque de allí se esbozan las dos grandes finalidades ético-políticas del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y los individuos por medio de la democracia y concebir la Humanidad como comunidad planetaria. De esta forma apunta a que la educación debe no sólo contribuir a una toma de conciencia de nuestra Tierra- Patria, sino también permitir que esta conciencia se traduzca en la voluntad de realizar la ciudadanía terrenal.

7. A TODO ESTO: LATINOAMÉRICA NECESITA UNA EDUCACIÓN ESTRATÉGICA.
La lectura de lo estudiado hasta aquí permite aproximar comprensiones sobre el estado de la Educación Superior hacia la Sociedad de la Información y el Conocimiento.
La mirada inteligente de nuestro mundo, global, interconectado, permeable, un mundo que “presiona”, pero que en la misma medida también “ofrece”, donde conviven diferentes regiones, países, sociedades, culturas, organizaciones y personas en diferentes grados de desarrollo, obliga a repensar la Educación Superior en nuestras latitudes.
A considerar, por ejemplo, que lo que pasa en el primer mundo con respecto al tema impacta también en el nuestro y se torna inmediatamente en una referencia directa en relación a lo que debemos hacer con nuestra Educación Superior para no perder la oportunidad/ esperanza de seguir aportando al mejoramiento continuo de nuestras sociedades.
A reflexionar acerca de que precisamente esto es posible porque de alguna manera ya estamos pensando/ viviendo / sintiendo en y hacia la Sociedad de la Información.
Una sociedad cautivadora y desafiante, que sólo podremos aprovechar/ disfrutar si trabajamos desde y para una Educación Superior Estratégica.
Una educación que priorice/ privilegie a la “persona”, porque de lo contrario perdería su condición de “estratégica”.
Una educación que optimice los recursos disponibles, ¡y vaya que son muchos en nuestra región!, para convertir la información en conocimiento.
Ese conocimiento que necesitamos para trocar nuestras realidades de subdesarrollo en nuevas realidades, con más verdad/ libertad/ independencia/ interdepencia/ democracia/ participación/ república/ justicia/ honestidad/ responsabilidad/ tolerancia / solidaridad/ seguridad/ trabajo / oportunidades..., nuevas realidades en las que podamos vivir con dignidad.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.
1. Aramayo, Zulma (2007). El uso de Internet en la Carrrera de Comunicaciones Sociales U.C.S. / 2004. Tesis de Maestría en educación. Disponible para consulta en sala de Biblioteca U.C.S. Campo Castañares.
2. Gairín, Joaquín en el “El profesor universitario en el siglo XXI”, en Monereo, Carles y Pozo, Juan Ignacio (Eds.) (2003). La universidad ante la nueva cultura educativa. Enseñar y aprender para la autonomía. Págs. 121 – 126.
3. La Declaración Mundial de la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción. Disponible en http://www.unesco.org/education/educprog/wche/declaration_spa.htm. Consulta el 14-02-05.
4. Ginés Mora, José. En el artículo “La necesidad del cambio educativo para la sociedad del conocimiento”. Revista Iberoamericana de Educación. N° 35. Disponible en http://www.campus_oei.org/revista/rie35.htm. Consulta: 08-12-04.
5. Aramayo Zulma. (2007). “Apuntes para entender la educación y la comunicación hacia la sociedad de la información y el conocimiento” . Disponible en http://www.ucasal.net/artesyciencias/carreras/materias/comunicacion_educativa/index.htm
6. Zabalza, Miguel A. (2002). La enseñanza universitaria. El escenario y sus protagonistas. Narcea. Madrid. Pág. 189.
7. Morín Edgar (2001). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Nueva Visión. Buenos Aires. Argentina. Págs. 14–18

NOTAS.

[1] http://www.unesco.org/education/educprog/wche/declaration_spa.htm. Consultado el 14-02-05

[2] Ver los “Apuntes para entender la Educación y la comunicación en..."Aramayo Zulma. (2007).

[3]Joaquín Gairín, “El profesor universitario en el siglo XXI”, en Monereo, Carles y Pozo, Juan Ignacio (Eds.) (2003). La universidad ante la nueva cultura educativa. Enseñar y aprender para la autonomía. Págs. 121 – 126.
[4] Ginés Mora, José. En el artículo “La necesidad del cambio educativo para la sociedad del conocimiento”. Revista Iberoamericana de Educación. N° 35. Disponible en http://www.campus_oei.org/revista/rie35.htm. Consulta: 08-12-04.
[5]Bunk, G. P. (1994): «Teaching Competence in Initial and Continuing Vocational Training in the Federal Republic of Germany», en Vocational Training European Journal, 1, p. 9. (Citado por Ginés Mora, José).
[6] Zabalza, Miguel A. (2002). La enseñanza universitaria. El escenario y sus protagonistas. Narcea. Madrid. Pág. 189.
[7] Monereo, Carles y Pozo, Juan Ignacio. (2003). La universidad ante la nueva cultura educativa. Enseñar y aprender para la autonomía. Síntesis. Madrid. España. Págs. 25 – 30.
[8] Morín Edgar (2001). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Nueva Visión. Buenos Aires. Argentina. Págs. 14–18.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este articulo me parecio muy importante, es una mirada que no debemos dejar de lado con respecto a la educacion y lo de fomentar el espíritu de iniciativa es un punto que hay que tener en cuenta. Tambien me parecio muy importante el papel de las instituciones de educación y que deben brindar a los estudiantes la posibilidad de desarrollar plenamente sus propias capacidades con sentido de la responsabilidad social, educándolos para que tengan una participación activa en la sociedad democrática y promuevan los cambios que propiciarán la igualdad y la justicia.
Angeles Cornejo

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